En un bosque tranquilo, vivían un Oso y un Lobo no muy lejos el uno del otro. El Oso amaba la miel más que nada, mientras que el Lobo prefería correr veloz y cazar en las primeras horas de la mañana. A pesar de ser vecinos, nunca habían hablado, pues el Lobo pensaba que el Oso era demasiado lento, y el Oso creía que el Lobo era demasiado fiero. Una mañana brillante, el Oso decidió pasear junto al río. Silbaba alegremente mientras olía las flores y observaba a los pájaros revolotear. De repente,