Hace mucho tiempo, en un reino de ríos serpenteantes y colinas doradas, vivía un joven príncipe llamado Alaric. Aunque era heredero al trono, Alaric no era conocido por sus riquezas o su gloria, sino por su corazón curioso y su bondad inquebrantable. Amaba recorrer los campos, hablar con los pastores, reír con los niños y escuchar las canciones de las ancianas que recordaban tiempos anteriores a que las piedras del castillo fueran colocadas. Pero había un lugar al que ni siquiera Alaric se atrev