Érase una vez, en un amplio valle rodeado de montañas que brillaban como plata al amanecer, vivía un humilde granjero llamado Rowan. No era rico, ni conocido por su fuerza, pero poseía un corazón firme y unas manos que amaban la tierra. Sus compañeros eran dos animales leales: un orgulloso caballo castaño llamado Ember y un terco pero bondadoso burro llamado Bristle. La granja de Rowan se encontraba en las afueras de Greenvale, donde la hierba crecía alta y los ríos cantaban entre los campos de