Había una vez en la vasta tierra de Serenara, donde las llanuras doradas se encontraban con frondosos bosques verdes y antiguas montañas se alzaban en la distancia, un astuto gato doméstico llamado Meeka. Meeka no era como los otros gatos—mientras los demás se tumbaban al sol y perseguían mariposas, Meeka leía antiguos pergaminos, aprendía los lenguajes del bosque y exploraba cada sendero oculto en los cercanos Bosques Susurrantes. No muy lejos del pueblo de Meeka, en el corazón de la gran saban