Érase una vez, en la ciudad amurallada de Luminara, vivía una princesa llamada Celestine. Era conocida por su bondad, pero también por su soledad. Pasaba los días paseando por los jardines del castillo, anhelando aventuras más allá del alcance de las torres. Cada noche, las puertas de la ciudad eran custodiadas por un joven llamado Mira. A diferencia de los otros guardianes que presumían de batallas y banquetes, Mira era silencioso. Prefería contemplar las estrellas y escuchar los secretos de la