En una tierra lejana donde la niebla se deslizaba sobre las montañas como una marea lenta e interminable, se encontraba un pequeño pueblo llamado Norwick. Era un lugar tranquilo, con casas de piedra, techos de paja y campos que se extendían hasta el horizonte. Los niños jugaban en los prados, los pastores silbaban a sus rebaños, y el ritmo de la vida era constante, como si el tiempo mismo hubiera olvidado apresurarse. Pero incluso los lugares más pacíficos proyectan sombras, y la sombra de Norwi