Había una vez, en el brumoso reino de Loria, un pequeño pueblo llamado Willowmere, ubicado entre bosques susurrantes y un río plateado. Los aldeanos vivían en paz, protegidos por los nobles guardianes que velaban por sus hogares. El más valiente de estos guardianes era un joven llamado Cedric, cuyo corazón era tan firme como su escudo. Una noche, bajo un cielo oscuro salpicado de estrellas, un temblor recorrió los bosques. La canción del río se detuvo, y las sombras se espesaron cerca del borde